
Lewis Hamilton nunca ha ocultado su pasión por los coches bonitos. A lo largo de los años, el siete veces campeón del mundo de F1 ha reunido una colección que haría desmayarse a cualquier entusiasta de los supercoches: Mercedes SLS AMG, G 63 6×6, McLaren F1 (vendido por 15,6 millones de dólares), Shelby Cobra 1966, Mustang GT500 1967, LaFerrari, sin olvidar su excéntrico Pagani Zonda púrpura... un ejemplar único, pero que el propio británico describió como "terrible de conducir".
Sin embargo, durante el Gran Premio de Bakú, Hamilton dijo algo que pilló a todos por sorpresa: "No me queda ningún coche. De verdad que no, me he deshecho de todos mis coches. Desde el AMG One hasta el Shelby Cobra, todo había desaparecido. Incluso su jet privado y un monoplaza F1 W04 de 2013 han abandonado su garaje.
Detrás de esta sorprendente elección se esconde un cambio de visión. Como Sebastian Vettel antes que él, Hamilton quiere ahora ser coherente con sus opiniones sobre el clima. Los coches de carreras que tanto apreciaba se han vuelto incompatibles con la imagen que desea encarnar. "Ahora me interesa más el arte", confiesa. Pinturas, esculturas, creaciones de jóvenes artistas negros emergentes o arte africano... eso es lo que investiga ahora.
Pero hay una excepción: el Ferrari F40
A pesar de todo, Hamilton no ha dado completamente la espalda a los coches. Cuando se le pregunta qué podría permitirse un día, se le iluminan los ojos: "Si tuviera que comprarme un coche, sería el Ferrari F40. Porque es una bella obra de arte.
Una elección altamente simbólica. El F40, el último Ferrari aprobado por Enzo Ferrari antes de su muerte en 1988, sigue siendo un mito: 1.315 ejemplares producidos, un V8 biturbo de 478 CV, una velocidad máxima de 324 km/h... y un aura atemporal. Más que un supercoche, es una escultura de Maranello y Pininfarina, que ahora se vende por unos 2 millones de euros.

De hecho, el británico ya se cruzó con el F40 a principios de este año, en el su presentación oficial como piloto de Ferrari. Frente a la casa de Enzo en Maranello, posó orgulloso junto al supercoche rojo, una instantánea que resulta tan evidente hoy como siempre.
Más arte que coches
Lewis Hamilton, antaño coleccionista compulsivo de coches, se ha reinventado. Sus garajes están vacíos, pero su apetito por la estética sigue intacto. Sólo que ya no se expresa con coches, sino con pinturas y esculturas. Excepto, quizá, el F40, que en realidad no ve como un coche... sino como una "escultura sobre ruedas".